¿Qué
servicios y ayudas públicas queremos? Todos. ¿Quién quiere pagar impuestos?
Nadie. Este mundo de Jauja no existe porque todo cuesta cada vez más: la
energía, la sanidad, las pensiones… Nos hemos acostumbrado al Estado del
bienestar y hay que pagarlo.
En el debate
político muchos insisten en bajar impuestos, en la derecha y ahora también en la izquierda. Dicen
que esto facilita la vida al ciudadano y reactiva la economía, por lo que, al
final, se recauda más. Estas ideas pueden ser verdad en condiciones normales.
Pero estamos en un momento extraordinario, por dos razones.
En primer
lugar, porque se
acerca una recesión, cuando la actividad económica se contrae y la
recaudación cae, en países con más o menos carga impositiva. Si se bajan los
impuestos no hay dinero para mantener el gasto público.
En segundo
lugar, porque arrastramos una deuda enorme. Hasta ahora, esto no importaba
mucho porque el Banco Central Europeo prestaba dinero a bajo interés. Pero esta
ganga toca a su fin. El Gobierno ya no podrá endeudarse alegremente y tendrá
que pagar intereses cada vez más altos para financiarse.
Este gráfico
del Banco de España (perteneciente
al procedimiento de déficit excesivo) muestra el gran crecimiento de la
deuda en los años 2010 y después en 2020, debido a las expansiones monetarias o
QE que realizó el BCE. En el gráfico también se aprecia en verde oscuro que la
hucha de las pensiones de la Seguridad Social contribuyó a enjugar la deuda con
entre 2009 y 2017 (marcado con la letra A en rojo), pero ahora la Seguridad
Social ha entrado en déficit (letra B en rojo), lo que aumenta la deuda del
Estado. En 2022 la carga de la deuda suponía el 118% del PIB.
Con una deuda
tan alta y con el BCE en retirada es difícil endeudarse más. Bajar impuestos significaría
un descenso de los ingresos del Estado a corto plazo. Con estas dificultades en
el lado de los ingresos, ¿sería posible reducir el gasto público para cuadrar
las cuentas? Ni pensarlo. Porque esto daría lugar a un gran descontento social.
Cualquier
responsable político debería tener este gráfico de cabecera. La imagen
de EP data muestra claramente que las pensiones no paran de crecer y se
comen el gasto público. En 2009 las pensiones consumieron el 33,3% de los
presupuestos (106.000 millones), mientras que en 2022 han llegado al 37,3%
(171.000 millones). Esta partida, junto con otras prestaciones sociales, la
dependencia y la sanidad van a seguir aumentando en los próximos años porque
nuestra sociedad envejece.
Según las proyecciones del INE, en
2020 el 19,6% de la población española tenía más de 65 años, y este porcentaje ascenderá
al 24% en 2030. Nuestra sociedad no genera los nacimientos necesarios para
rejuvenecer la población. En agosto de 2022 había 9.950.000 pensiones, casi
diez millones, en una población total de 47 millones.
Cuando los
diversos partidos proponen bajar los impuestos en época de elecciones quieren halagar
el oído del votante. Pero es un mensaje populista. Nuestro país ha gastado
mucho más de lo que ha ingresado a lo largo de muchos años, y esto nos deja temblando
ante la difícil situación económica que se avecina. El próximo Gobierno tendrá
que hacer frente a esta encrucijada, que no tiene una solución tan simple como
bajar impuestos. Hace falta mucha inteligencia y pedagogía.