Siempre es
difícil calcular los costes económicos de una guerra, y más si continúan las
hostilidades. En este briefing hacemos un recuento según fuentes abiertas OSINT
de los costes para Rusia, y para los países que apoyan a Ucrania.
Para Rusia, la guerra va a tener una repercusión enorme. En sus previsiones de julio, el FMI estimaba que el PIB ruso caerá un 6% en 2022 y un 3,5% en 2023. Pero las sanciones occidentales, que muchos analistas consideraron decisivas cuando se ampliaron a la energía, no están teniendo el efecto deseado. La balanza comercial rusa mejora. En el gráfico del think tank Bruegel se observa que las exportaciones de recursos fósiles hacia Estados Unidos y Reino Unido se han detenido, mientras han crecido hacia China, India y Turquía. Otros actores importantes, como la UE, Corea del Sur y Japón, siguen comprando de una u otra forma los recursos energéticos de Rusia, sobre todo petróleo.
Sobre los
costes económicos para los que apoyan a Ucrania, el instituto IFW de Kiel mantiene
el Ukraine
Support Tracker que recopila los fondos prometidos y efectivamente entregados
en los campos militar, financiero y humanitario.
El apoyo
militar proviene fundamentalmente de Estados Unidos (25.000 millones €), y Reino
Unido (4.000). En un segundo escalón aparecen la Unión Europea (2.500), Polonia
(1.800), Alemania (1.200) y Canadá (900), cifras hasta agosto. Las cantidades
prometidas se dividen después en armas y ayuda militar directa, y en créditos
para compras, con lo que el negocio está servido.
La lección de
estos datos es que el esfuerzo militar de apoyo a Ucrania es un asunto
principalmente de Estados Unidos y Reino Unido. Otras potencias importantes,
como Francia, Italia, Japón, España o Turquía no muestran el mismo interés.
Para poner en
su justa dimensión la ayuda militar, hay que destacar que el presupuesto
de defensa de Ucrania era de 4.300 millones $ en 2021. La asistencia de
Estados Unidos en armas y equipos (8.600 millones € entre enero y agosto, según
se indica en el último gráfico) duplica ese presupuesto. Por lo tanto, la ayuda
militar de Estados Unidos es fundamental. A lo que habría que sumar la teleobservación
y la inteligencia, como se desprende del blog
de Lawrence Freedman.
El gasto en
defensa de Rusia se calculaba en 45.000 millones $ en 2021, y 48.000 en 2022.
Esto la sitúa como octava potencia militar en presupuesto de defensa, según la
siguiente lista, lejos de los tiempos de la Guerra Fría.
El poder de
Rusia no se fundamenta en su gasto militar sino en otros dos factores muy
importantes. Por un lado, su posesión de un enorme arsenal nuclear, herencia de
la Guerra Fría. El uso de armas nucleares a raíz de la guerra de Ucrania sería
responsabilidad de quien lo efectuara, pero supondría también un fracaso
colectivo. El conflicto de Ucrania significa una involución lamentable en la
etapa histórica reciente, y el fantasma de las armas nucleares significaría un
retroceso inadmisible.
Por otro
lado, Rusia detenta el arma de los recursos fósiles. Una mala gestión de la
respuesta a la invasión de Ucrania por parte de Occidente llevó a la imposición
de amplias sanciones, sin tener en cuenta las consecuencias ni el riesgo de
escalada. La interrupción de suministro de gas a Europa supone unos costes muy
elevados para ciertos países. En otro
informe del centro Bruegel, se estima que las ayudas que los Estados europeos
están concediendo para proteger a sus sociedades del impacto del coste
energético suma unos 500.000 millones €, cantidad disgregada por países en este
gráfico.
Los países que basaban más su mix energético en los recursos de Rusia serán los más afectados. Si los datos de las fuentes citadas (IFW y Buegel) son correctos, Reino Unido estaría gastando en ayuda militar, humanitaria y financiera a Ucrania unos 6.000 millones mientras costear la crisis energética le supondría 180.000 millones. Alemania emplearía 3.000 millones en el primer concepto y 100.000 en el segundo. Los costes económicos de la guerra son en realidad su impacto sobre nuestras economías.
Reino Unido y Alemania se encaminan hacia la recesión. Cuatro institutos económicos de Alemania prevén una caída del PIB en 2023 de 0,4% con un aumento de la inflación. En el peor escenario, el PIB se desplomaría al 7,9%. Las explosiones en el gasoducto Nordstream perjudican gravemente a Alemania y tendrán un impacto a largo plazo en su economía. Además, los costes de atender a los millones de refugiados de Ucrania son muy significativos y se cargan sobre los principales países receptores: Alemania, Polonia y Chequia.
Cuando la Carta de Naciones Unidas previó un sistema de sanciones en el
Capítulo VII, también estableció en su artículo 50 una consideración especial para
los países que por su cercanía iban a sufrir más las consecuencias de dichas
medidas. En el momento actual surge la impresión contraria. La respuesta occidental
al conflicto está liderada por Estados Unidos y no tiene en cuenta las
consecuencias negativas que puede producir sobre la Unión Europea.
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