Las turbulencias recientes en las finanzas internacionales requieren una explicación clara.
1) Los bonos de los Estados están sometidos a fuertes presiones. Durante años, los
bonos no daban rendimientos. Los bancos centrales bajaron a cero los tipos de
interés y compraron bonos en gran cantidad. Los fondos de inversión y los
grandes inversores se cargaron también de esos bonos nada rentables. Ahora,
cuando los tipos suben, hay nuevos bonos en el mercado que dan rendimientos considerables.
Nadie
quiere los bonos antiguos sin interés y todos se precipiten hacia los
nuevos. La diferencia de intereses está muy bien explicada en el siguiente
gráfico de Charlie Bilello que compara los intereses de los bonos a 10 años en
2020 y en 2022.
Los bonos se llaman Treasuries en EEUU, Bund en Alemania,
gilts en Reino Unido, BTP en Italia o JGB en Japón, pero todos son básicamente
lo mismo y el nombre genérico es bonos. Veamos el caso de un bono a 10 años. Un banco o un fondo presta a un
Gobierno una cantidad con un rendimiento (yield) del 1% por
ejemplo. Cada año el prestamista recibe un 1% y, al cabo de 10 años, el
Gobierno devuelve la cantidad inicial. En los últimos años se prestó dinero a
los Gobiernos al 0% o incluso con interés negativo (es decir, se pagaba por dejar
situado el dinero a 10 años). Lógicamente, cuando hay bonos nuevos en el
mercado que ofrecen el 3% o el 4%, nadie quiere los antiguos. Por tanto, todos
quieren deshacerse de aquellos bonos sin interés en el mercado secundario. Una cantidad
inmensa de bonos que no rinden nada se ofrecen en este mercado y entonces
su precio cae. Un bono de valor nominal 100 quiere venderse por ejemplo por 90, pero nadie lo
quiere recomprar, por lo que esos bonos caen a un valor inferior a su nominal. En la medida que el
rendimiento sube, el precio de los bonos antiguos se desploma.
2) Esto tiene consecuencias graves. Los bonos se han
considerado una inversión segura a medio plazo (2 años) o largo plazo (10 años)
porque los países no quiebran, van pagando los rendimientos y al final
devuelven el dinero prestado. Así, muchos Gobiernos compran bonos de otros países,
y los grandes inversores (bancos, fondos de pensiones) acumulan bonos como
apuesta segura. En las grandes carteras privadas siempre se ha hablado de la
regla 60/40, es decir, tener 60% en acciones o renta variable y 40% en bonos o
renta fija.
Cuando las acciones han dado buenos dividendos o suben de
precio, los bonos no importan. Cuando las acciones no dan dividendos o bajan,
los bonos sirven de red de salvamento, porque por lo menos aportan para enjugar
las pérdidas de la renta variable. A diferencia de lo que ha ocurrido históricamente, la caída de los mercados financieros
en 2022 ha producido un fenómeno único: las acciones han bajado mucho y al mismo
tiempo se ha desplomado el valor de los bonos antiguos en el mercado secundario. Así se aprecia en el siguiente gráfico que compara los retornos de la renta variable y
la renta fija (en este caso bonos a 20 años) en las últimas crisis financieras.
3) La caída de los bonos antiguos plantea problemas graves
para las entidades que están cargadas de ellos. Esto es lo que ha ocurrido en Reino
Unido la semana pasada cuando algún
fondo de pensiones estuvo a punto de quebrar. El fondo de pensiones privado
cobra a los trabajadores, futuros pensionistas, una cantidad, e invierte esos
dineros para pagar a los pensionistas que ya disfrutan de sus ahorros a través
del fondo. Cuando la inversión del fondo está colocada en bonos que no rinden nada y que
no se pueden vender en el mercado secundario porque han perdido su valor, el
fondo de pensiones puede tener problemas para pagar a los ahorradores. El
Gobierno de Liz Truss y el Banco de Inglaterra tuvieron que intervenir de urgencia para seguir comprando bonos antiguos y asegurar la
viabilidad de los fondos de pensiones al menos por un tiempo. El bono británico
a 10 años está al 4% (es decir promete un rendimiento anual del 4%), pero durante
el mes de octubre el Banco de Inglaterra ha prometido comprar bonos antiguos
al 0% a su valor nominal, aunque nadie sabe cuánto puede durar esta ficción.
4) Otro shock de los últimos días es la caída en bolsa de
Credit Suisse, segundo banco de Suiza tras UBS. En julio de
2021 su cotización en la Bolsa de Zúrich era de 14 CHF mientras que ahora está
a menos de 4 CHF (su cotización en NYSE es similar). En este gráfico puede verse la bajada y también las líneas verticales grises (marcadas con una flecha verde) que indican el gran
volumen de acciones que se están vendiendo.
El año pasado Credit Suisse se vio afectado por la quiebra de
dos instituciones que realizaban operaciones de riesgo (Archegos Capital y
Greensill Capital), lo que produjo pérdidas para el banco suizo. Cuando recientemente
Credit Suisse ha anunciado que necesitaba capital, los
inversores han corrido a vender sus acciones. Credit Suisse no está
sufriendo por la caída de los bonos, pero es igualmente víctima de los excesos
de las finanzas que se vivieron en el entorno post-pandémico.
Las finanzas globales se están reajustando tras años extraordinarios de expansión monetaria. El sistema está inundado y el exceso de liquidez ha dado lugar a entidades inviables. Volver a un funcionamiento normal puede provocar crisis financieras.
5) Por último, otro campo donde se están observando pequeños
schoks son los mercados de divisas. La subida muy acusada de tipos de interés
por parte de la Fed de Estados Unidos hace que el dólar se aprecie con respecto
a otras monedas. Desde octubre pasado el euro se ha depreciado un 18%, la libra
un 22%, y el yen un 24%. Lógicamente, todo el mundo
quiere dólares.
Esto tiene un efecto demoledor sobre las finanzas internacionales:
el precio de los recursos fósiles que deben pagarse en dólares sube de forma
extraordinaria, aumentando la inflación en los países importadores, y los
inversores de todo el mundo se apresuran a comprar bonos de Estados Unidos, que
además de prometer rendimientos del 3%, incluso los de plazo medio a dos años,
suben de valor solo por estar emitidos en dólares.
Esto provoca grandes dificultades en algunos países. Enrique
Feás explica
aquí muy bien el problema para el Reino Unido, que con una deuda pública
muy alta y afrontando una recesión, anunció que iba a bajar impuestos, lo que no
hace creíbles sus cuentas públicas. Pero la fortaleza del dólar también genera riesgos
para otros países avanzados como Japón, y para muchos emergentes. La
subida de tipos de interés en Estados Unidos obligará a otros a aumentar los
suyos. “The
Fed is breaking things”, es el título de este artículo reciente.
Los riesgos financieros son muy altos en el momento actual, y
nadie sabe en qué punto del sistema global se producirán nuevas fisuras, ni tampoco
las consecuencias.
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